El verano que desgraciadamente dejamos atrás trajo consigo una de las consecuencias más lógicas al aumento de horas libres: que los juegos de la consola se me agoten. Es evidente que uno no puede compaginar las compras compulsivas y la adquisición de novedades del mundo de los videojuegos como querría. Por ello, no queda más remedio que volver a echar un vistazo a los juegos que uno tiene en su ludoteca, y pensar en aquellos que merece la pena rejugar. Hoy me centro en la saga Assassins Creed, que es una de las predilectas de esta casa.
Comencemos por un aspecto de entrada que considero esencial: soy de esos jugadores a los que nos les importa volver a jugar una y otra vez a sus antiguos videojuegos. Lo he hecho en muchas ocasiones con toda la saga Final Fantasy que ha llegado a mis manos, salvo los nefastos Final Fantasy X-2 y Final Fantasy XII. También lo he hecho con la saga Uncharted e incluso con el corto pero tremendamente bien hecho The Order 1886. No me importa pegarme la paliza de horas y horas de juego otra vez, siempre que éste me guste.
El pasado verano, sin ir más lejos, volví a repetir experiencia con AC Black Flag y AC Rogue. Como sin duda recordaréis de mi repaso general a la saga y sobre el juego en el que encarnamos a Shay, éstas eran dos de las entregas que mejor calaron en mis gustos. Por ello, podemos ya incluir en el saco de los AC que repetiré a estos dos. Evidentemente, AC Black Flag tiene un puesto más alto en esa lista, pero AC Rogue tiene a su favor ver la historia desde el punto de vista de templario.
De los juegos más antiguos, pocos son los que salen bien parados. El primer AC se queda muy añejo y con demasiadas cosas que a día de hoy echaría en falta para volver a jugar. En mi subconsciente sigue quedando la espinita de algunas cosas que me quedan por hacer en la partida que tengo grabada, pero creo que podré vivir con ello. Además, sólo pensar en tratar otra vez con Al-Mualim me da una pereza...