Nunca me dejé llevar por la fama de nadie. En mi vida conocí a muchos seres que se podrían considerar famosos. Serví a mi rey, Thranduil, conocí y fui amigo de su hijo Legolas, y hasta en la antigüedad vi con mis propios ojos a antiguos senescales de Gondor. Pero aquella ocasión era especial. Dejé
Oatbarton tiempo atrás y me dirigí al Oeste. Mi destino final era las
Tierras Imperecederas, pero mi corazón ansiaba toparse con los héroes de la Guerra del Anillo. No me refiero a los hombres de Gondor que dejaron su vida a la sombra de Morannon. Tampoco a los hombres de Rohan caídos en el Abismo de Helm. Me refiero a unos pequeños hobbits que iniciaban un último viaje de despedida, el mismo que yo haría
más adelante.
Seguí su estela con la complicidad de Gandalf. El Istari era consciente de mi presencia, pero también sabía quién era yo. Tiempo atrás me topé con él en la espesura del bosque Negro. Estaba buscando a una criatura llamada Gollum, que con posterioridad se revelaría importante para la existencia misma de Arda. El mago echó la vista atrás un momento, se excusó ante sus compañeros de viaje, y se dirigió hacia mí. Mi caballo, que había comprado en Oatbarton, relinchó inquieto hasta ver la luz del anillo que llevaba Gandalf. Estaba a punto de apagarse, pero Narya todavía se resistía a abandonar su poder.
- El hijo pequeño de Filadut. Recuerdo verte nacer, y recuerdo que me ayudaste con el asunto de Gollum. Lo que no recuerdo es haberte invitado a acompañarnos - mi cara dibujó una sonrisa. Aquello era cierto, pero más lo era mi curiosidad. Alcé la vista y reparé en el hobbit.
- Es él, ¿verdad? La oscuridad que ha visto supera con creces la que yo he sufrido. Descansará debidamente en las Tierras imperecederas.
- Así es. Pero necesitará recordar su hogar, de algún modo...- Gandalf era astuto como pocos, y muy aficionado a la hierba de los hobbits. Solté una carcajada y le cedí la bolsa de hierba para pipa que había comprado en Oatbarton.
Gandalf se alejó con la bolsa ya metida en su blanca túnica. En aquel momento tenía mis dudas de que algo de aquella hierba llegara a ser disfrutada por el hobbit, pero aquello era algo que podría comprobar con mis propios ojos. Para eso ya quedaba poco, y el pequeño pueblo en el que debía encontrarme con Zanger y los demás ya quedaba cerca. Pero eso es otra historia.