Cuando desperté después de aquel fundido a negro no sabía dónde estaba, pero no tardé en hacerme una idea porque reconocí al instante aquel símbolo. Me habían atrapado los pyke. Nunca me han gustado esos clanes. Ni unos ni otros, pero no puedo negar que alguna que otra vez he tenido que negociar con ellos.
Intenté moverme pero fue imposible. Una sacudida eléctrica recorrió mi espalda.
- Un campo de fuerza. No van a dejar que escapamos. Al menos por ahora.
Creí reconocer una voz familiar, pero aquello no era posible, o al menos no lo parecía en aquel momento.
- ¿Walk? Pero, ¿Qué haces aquí? - pregunté sin poder siquiera imaginar como alguien de mi tripulación estaba encerrado conmigo.
- Nos atraparon hace dos días. Tienen la valley en un hangar, y llevan buscándote casi un mes. Si no hubiera sido por tu pequeña aventura con Katarn habrían dado contigo antes. Él está bien. Escapó de los pyke con Skywalker y nos puso en la pista para encontrarte.
- ¿Nos? - pregunté todavía confuso.
- Nos, Rick. Estamos todos aquí - me dijo Kate, que estaba una celda más allá.
Solo entonces reparé en lo grande que era aquel sitio. Había decenas de celdas. Junto a mi tripulación, desperdigada en varias de las celdas, había no menos de tres o cuatro contrabandistas que conocía de distintos negocios y rivalidades cosechadas a lo largo de los años.
Ahí estaba Gela Yeens, uno de los cobradores de las deudas de Jabba. Repasé mentalmente si le debía algo a aquella babosa, y respiré aliviado al recordar que la última vez que había tratado con los hutt había dado una de mis identidades falsas: Carth Onassi.
Pero Gela no era el único conocido. Ellors Madak y Baniss Keeg, los pilotos de la raza Duro, estaban también en las celdas. Aquella parecía una convención de contrabandistas. Pudiera parecer que no había ninguna conexión, pero entonces apareció ella: la hija de Marg Krim, la más peligrosa integrante de los pyke con la que me he topado.
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