Todavía recuerdo la primera vez que jugué a esdla. Estaba bastante perdido, sin saber muy bien a qué me enfrentaba, ya que no era demasiado aficionado a juegos que me sacaran de mi soledad. Lo primero era plantearse: ¿Qué es esto del rol? La idea, asumir el papel de alguien imaginario, no me era desconocida, pues el escritor de éxito (Todavía por llegar) que anida en mí, me había llevado a escribir relatos en los que asumía la identidad de mi alter ego, el elfo Bindôlin. Por lo tanto, jugar a rol era un paso natural, que estaba además apoyado por mi fanatismo por el señor de los anillos, cuyas cientos de páginas había leído en profundidad.
Con estos antecedentes, no era de extrañar que aquello que al principio asustaba fuese un paso decidido hacia un mundo de fantasía que me llevó a lugares que de otro modo no habría conocido. Pero todo aquello fue después de diseñar mi personaje. Plasmada la raza deseada, la élfica, debía considerar la cultura de Bindôlin. Basándome en las características de mis propios relatos, lo más adecuado era que Bindôlin perteneciese a los sinda, o elfos grises. Y eso es así porque los Noldo son excesivamente rectos y orgullosos para reflejar la personalidad de Bindôlin, mientras que los Elfos silvanos son excesivamente frívolos para él.
Así pues, Bindôlin sería un elfo sinda, pero ¿Qué profesión debía tener? La elección era clara. Bindôlin sería un guerrero intrépido, y certero con el arco, como es propio de su raza. Para ello, los dados debían acompañar, y sin duda lo hicieron. A Bindôlin lo bendijo también la magia. En su juventud, y con la fortuna de los dados de su lado, aprendió la lista "Sendas de la superficie", por lo que su mano curadora siempre estaría a disposición de sus compañeros de aventuras.
Y así pues, Bindôlin comenzó sus aventuras por la Tierra Media. Su primera víctima, un orco al que mató con aquella hacha +10 de su juventud. ¡Qué momento! ¡Qué temor! ¡Qué explosión de adrenalina! Pero más grande aún fue el temor de aquel Troll que probó la afilada punta de sus flechas.
"Allá voy, Tierra Media"- gritó Bindôlin.
Con estos antecedentes, no era de extrañar que aquello que al principio asustaba fuese un paso decidido hacia un mundo de fantasía que me llevó a lugares que de otro modo no habría conocido. Pero todo aquello fue después de diseñar mi personaje. Plasmada la raza deseada, la élfica, debía considerar la cultura de Bindôlin. Basándome en las características de mis propios relatos, lo más adecuado era que Bindôlin perteneciese a los sinda, o elfos grises. Y eso es así porque los Noldo son excesivamente rectos y orgullosos para reflejar la personalidad de Bindôlin, mientras que los Elfos silvanos son excesivamente frívolos para él.
Así pues, Bindôlin sería un elfo sinda, pero ¿Qué profesión debía tener? La elección era clara. Bindôlin sería un guerrero intrépido, y certero con el arco, como es propio de su raza. Para ello, los dados debían acompañar, y sin duda lo hicieron. A Bindôlin lo bendijo también la magia. En su juventud, y con la fortuna de los dados de su lado, aprendió la lista "Sendas de la superficie", por lo que su mano curadora siempre estaría a disposición de sus compañeros de aventuras.
Y así pues, Bindôlin comenzó sus aventuras por la Tierra Media. Su primera víctima, un orco al que mató con aquella hacha +10 de su juventud. ¡Qué momento! ¡Qué temor! ¡Qué explosión de adrenalina! Pero más grande aún fue el temor de aquel Troll que probó la afilada punta de sus flechas.
"Allá voy, Tierra Media"- gritó Bindôlin.
También mi primera vez fue con MERP, aunque obviamente aquello tenía muy poco de Tolkien más allá de las razas (por suerte nunca tuvimos elfos sanguinarios ni hobbits violadores, que hay quien se queja de haberlos tenido que aguantar).
ResponderEliminarLo importante para la ambientación es documentarse bien. Yo trabajo con atlas, relatos de la Tierra media que me den ideas y demás. La imaginación de los jugdores siempre aporta un extra a las partidas. PD: Afortunadamente no me topé con esos hobbits...
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