Lo recuerdo siempre con pesar en mi corazón, no porque no me sea grata su amistad, nada más lejos de la realidad, sino porque su llegada a mi camino por la Tierra Media coincidió con la marcha de mi amado hermano. Poco tiempo pasó en verdad para que pudieran conocerse bien Klos y Genodat, antes de que aquel maldito dragón me arrebatase la compañía del elfo más valiente que jamás he visto. Pero voto a tal que el bien amado hijo mayor de mi padre me dijo lo siguiente de él: "Debajo de su apariencia frágil, veo los signos de grandeza de la casa de Elros. Tenlo a tu lado, pues de grandes males te librará, y grandes males habrás de apartar de su camino. Auguro en él un futuro de enorme importancia para la Tierra que tanto amamos".
Aquellas palabras quedaron largo tiempo en el olvido para mí, pues mucho era el pesar que mi corazón albergaba en los tristes momentos posteriores a la muerte de Genodat. Pero fue en una dura noche en las cercanías del monte Caradhras cuando más frescas resultaron en mi cabeza. Estábamos bajo la luz de la luna, con una enorme ventisca por techo del mundo, cuando sobrevino una maldad terrible como pocas. Se trataba de un Nazgûl, al que como intrépido guerrero pretendía abatir rápidamente con mis flechas. Grave error habría sido aquél, pues una muerte segura y cruel me aguardaba tras aquel enfrentamiento. Klos vino a calmar mi espíritu guerrero con unas palabras de aplomo que me mostraron la grandeza de la que otrora me había advertido mi hermano: "Enfrentarte al Nazgûl te acercará a tu hermano, sin duda, pero no es ese el destino que él querría para ti. Honra su memoria y defiende la Tierra Media, pero en otra ocasión. Mantente expectante e informemos a tu gente de estos extraños movimientos"
No sabría decir cúanto tiempo estuvo a mi lado Klos, por supuesto junto a Zanger, mi bien querido compañero enano, salvando incontables vidas de los ataques de los miserables orcos del Gran Ojo. Recuerdo con emoción el recibimiento que las gentes de Arnor nos dieron a los tres cuando llegamos de poner fin a las fechorías de unos bandidos en la ciudad de Tharbad. También me emociona recordar el modo en que Klos salvó la vida de Zanger en aquel "acto deliberado", tal y como llamó mi amigo enano al resbalón en plena ascensión a la montaña de Leog. Pero tras mucho ir y venir por la Tierra Media he de destacar un hecho por encima de todos ellos. Nos encontramos en los alrededores de Dol Guldur, la fortaleza con la que Sauron mancilló nuestro bosque.
Sólo entonces fue cuando las palabras de mi hermano completaron su sentido, pues pude salvar a Klos de las garras de una bestia maligna que trató de abalanzarse sobre él. "Dos muertos seríamos si te hubieras enfrentado aquel día al Nazgûl. He aquí que tu hermano puede estar orgulloso de ti, gran elfo del Bosque Negro"- me dijo con su habitual sonrisa, y con los ojos encendidos por el calor de la batalla.
Miré su rostro, el que tantas veces había estado a mi lado en las duras batallas por acabar con los secuaces del señor oscuro y exclamé: "Allá voy, Tierra Media"
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