Llevaba tiempo reuniendo fuerzas para hablaros del más triste episodio de mi existencia. Por fin, parece que lo he logrado, aunque este ahogo que afecta a mi pecho bien podría decir lo contrario. Sin embargo, heme aquí, rindiendo homenaje al más valeroso elfo que haya pisado la Tierra Media. Pronto comprenderéis mis palabras, pues en su partida, mi hermano Genodat demostró su grandeza.
Hace tanto tiempo de la caída de mi hermano que muchos de los elfos de mi pueblo ni siquiera lo recuerdan. Sin embargo, aquellos que tuvimos la dicha de tratar con él tenemos grabado a fuego en nuestros corazones su legado. En el corazón del Bosque Negro se libró una batalla contra las tropas del Nigromante, y al frente de nuestro batallón estaba mi hermano Genodat. Todavía recuerdo sus palabras:
"Al frente. Cargad al frente, hermanos míos"- nos ordenó con voz firme.
A esa comanda respondió nuestra primera línea, engalanada con grises armaduras bañadas en plata. Las cabezas de orco rodaron, y todo se tiñó de rojo sangre.
"Flechas. Flechas, mis hermanos"- se alzó la voz de Genodat esta vez entre el estruendo de la batalla.
Era mi momento de actuar, y así lo hice. No era todavía tan habilidoso con el arco como en mis últimos días en la Tierra Media, pero mi flecha resultó certera, eliminando a dos orcos al ser atravesados en el pecho.
"Hora del dolor"- avisó Genodat alzando su espada al cielo, ennegrecido por el oscuro manto que acostumbraba a extender el Nigromante en las cercanías de su fortaleza. Mi espada se alzó en el preciso instante que un rugido estremeció a todos los elfos que estábamos allí presentes.
"Un dragón..." - dejó escapar aterrorizado un elfo que se encontraba a mi lado, y cuyo nombre me era desconocido.
Alcé la vista, y pude ver a uno de esos engendros rojizos que en la antigüedad poblaban la Tierra Media. Mi grupo reculó, buscando espacio para escabullirse del cono de fuego con el que a buen seguro iba a atacar aquella bestia. Sin embargo, alguien se adelantó a nuestra posición demostrando mayor valor que cualquiera de nosotros. Tal vez no hace falta decir que esa persona era mi hermano. Se abalanzó sobre la bestia, permitiendo escapar a muchos de los elfos allí presentes, o simplemente seguir luchando contra los orcos que nos rodeaban.
Presencié el combate con horror, temiendo lo inevitable. Mi hermano luchó hasta la extenuación. No contábamos con los escudos de los enanos que en la antiguedad de la Tierra Media soportaban el fuego de los dragones, pero Genodat luchó hasta el final, abrasado por el mortal hálito de la bestia. Mis ojos ardieron de dolor al ver caer a mi hermano. Su último y valeroso acto había sido atravesar con su espada el corazón de aquel dragón...
Ha sido muy chulo, gracias por el relato.
ResponderEliminarGracias a ti por comentar, Wulwaif.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado.
Épico ...
ResponderEliminarGracias por comentar, netpadawan.
ResponderEliminarUn abrazo.