Esta entrada de hoy es una suerte de continuación de aquella primera impresión que relataba hace ya un tiempo en la caverna sobre Final Fantasy XIII. Los días y las horas de juego entre una y otra entrada han transcurrido, y ahora tengo más elementos de juicio que entonces para evaluar FFXIII.
Partiendo un poco de las ideas que plasmaba en aquella otra ocasión, he de decir que el juego ha terminado por gustarme. Ha venido a confirmar las sospechas que tenía en cuanto a la historia (CUIDADO, QUE HAY SPOILERS) y no ha cometido fallos que arruinen lo hecho hasta entonces.
El final del juego, por llamarlo de algún modo, viene a poner de relieve lo que, visto con la perspectiva del paso de los años y conociendo la existencia de FFXIII-2, se podía sospechar: la historia acaba de un modo no tan idílico como otros Final Fantasy previos.
Obviamente, con el antecedente de Final Fantasy X, y con un poco de lógica a la hora de analizar cómo iba la historia, no es sorprendente el final. Ni bueno, ni malo. Era un final posible y, con lo antedicho, lógico, muy similar a lo de Tidus. Aquellos relatos de Vanille al más puro estilo del hijo de Jetch daban, visto ahora y con amplitud de miras, una muestra inequívoca de a dónde conducía todo.
Tras la derrota del Huérfano, poder continuar el juego como si tal cosa era chocante. Nuevamente, ni bueno ni malo, sólo chocante. Nada más concluir la batalla, y al ver el Cristarium expandido, pensé "¿Qué pasa aquí?" Luego uno acepta lo que ocurre, final incluido, y sigue jugando algo extrañado. Por supuesto, ahora me percato de que mis personajes pueden ser más poderosos siguiendo un desarrollo que de otro modo habría sido muy corto, y por fin acometer lo que no había podido hacer hasta el momento.
En eso estoy ahora. Ha llegado un punto en que las misiones de muchas efigies son irrisoriamente sencillas. Otras, en cambio, requerirán de más PC (Me pregunto si tendré paciencia para tanto). Al menos, teniendo tanto que hacer el juego no parece vacío de contenido como le ocurría a Final Fantasy VII una vez uno tenía poder para acabar con Sephirot.
Por último se adivina en el horizonte un nuevo objetivo a añadir a las efigies: entrenar para derrotar a Titán. Se trata del Arma de Final Fantasy XIII, o de su Ente Omega. Todo apunta a que sí, pero preferiría descubrirlo por mí mismo, así que ahorraros spoilers en vuestros comentarios. Parece que algo de carisma tiene, o al menos mete miedo, no como la pelota ambulante llamada Ozma...
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