El olor a sangre reseca inundaba la estancia, que no era otra que una de las cavernas de mi pueblo. Sobre el lecho de hojas frescas se encontraba Adelar, uno de los caídos en la toma del nido de las arañas. A mi lado estaba mi hermano Genodat, con el gesto muy serio. No era para menos, pues jamás en su todavía corta vida había visto veneno alguno que matara a alguien de nuestro pueblo. Algo de brujería debía mediar en aquel asunto, y debía ser investigado de inmediato.
Horas más tarde, cuando el rumor ya había llegado al trono, y la decisión de organizar una batida ya se había tomado, dispusimos nuestro equipo y caminamos rumbo al sur, mucho más allá del nido de arañas. Allí, armado con mi hacha, presentí el peligro.
¡Yrch!- nos alertó el batidor del grupo.
Rápidamente, como si de un relámpago se tratara, mis ojos percibieron un orco a pocos metros de mí. Habría jurado que segundos antes no estaba ahí. Ataqué decidido y acabé con su vida. Era mi primera víctima, y mi hermano, que acabó con otros tres monstruos, me felicitó por ello al finalizar la batalla.
Aquello sólo fue el primero de mis muchos encuentros con orcos en el Tierra Media. La investigación del origen del veneno no había hecho sino empezar.
Horas más tarde, cuando el rumor ya había llegado al trono, y la decisión de organizar una batida ya se había tomado, dispusimos nuestro equipo y caminamos rumbo al sur, mucho más allá del nido de arañas. Allí, armado con mi hacha, presentí el peligro.
¡Yrch!- nos alertó el batidor del grupo.
Rápidamente, como si de un relámpago se tratara, mis ojos percibieron un orco a pocos metros de mí. Habría jurado que segundos antes no estaba ahí. Ataqué decidido y acabé con su vida. Era mi primera víctima, y mi hermano, que acabó con otros tres monstruos, me felicitó por ello al finalizar la batalla.
Aquello sólo fue el primero de mis muchos encuentros con orcos en el Tierra Media. La investigación del origen del veneno no había hecho sino empezar.
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