Walk aterrizó suavemente, tanto como el buen gusto que dejaba en la boca el whisky que transportábamos. He de reconocerlo, parte del pago por ese viaje iba a ir directo a mi hígado, y al de Jane, que no se despegó de su Blaster y "su" botella.
Me alegró estar de vuelta en Deralia. Hacía bastante tiempo que no me encontraba en el espacio puerto de la capital, pero a pesar de todo me sentía en casa. Allí donde veía una cara conocida me paraba un rato a charlar. Sabía exactamente dónde debía llevar la mercancía, y eso era una ventaja adicional, una etapa del trabajo ya hecha.
Caminé junto al pequeño vehículo en el que llevábamos estibada la mercancía. Para que pasase inadvertida a ojos indiscretos la habíamos tapado con lonas y etiquetado convenientemente como herramientas de agricultura. No conocéis Deralia, pero os aseguró que no se ven muchos granjeros por allí.
Finalmente, llegamos al lugar de la entrega: la cantina de Thain. Entré con la mercancía, cargándola junto a Jayne, y con la escolta de Wedge y Walk. Nada más entrar se giraron hacia nosotros algunos de los lugareños que echaban mano a sus blasters. La situación no fue a mayores, ya que todos nos reconocimos como hijos de Deralia.
Me acerqué a la barra y le dije a Thain que no me diese nada de la bazofia que vendía, que era mejor que me comprase lo que llevaba. Y así lo hizo, al menos en apariencia. Segundos más tarde un par de camareros se llevaron la mercancía a la trastienda para comprobar su calidad. Mientras tanto, Jayne y yo cerrábamos con Thain la venta.
- Son momentos duros, Rick. No creo que me pueda permitir más de dos mil créditos por caja.
- No me cuentes historias, Thain. El local está lleno, como siempre.
- Mira, Rick. Las cosas por aquí están cambiando. El Imperio está metiendo las narices en Deralia.
- Es una escusa bastante mala, Thain. No pretenderás que...
- ¡Está detenido! Dese la vuelta.
Hice lo que se me pidió, ya que no te queda otra que responder a una orden de ese estilo cuando te apuntan con un blaster. Al darme la vuelta vi que Thain no mentía. Cinco soldados de asalto estaban ante mí...