Cuando la hija de Marg Krim nos reunió a los “cabecillas” de los distintos grupos que habían sido “invitados” a sus celdas, nos miramos los unos a los otros buscando explicaciones, y aliados. En aquella sala, con una mesa circular tan grande como permitía la estancia, había todo tipo de pykes velando por la seguridad de Marg, que no tardó en tomar la palabra.
- Hablaré en básico galáctico para que podáis entenderme todos – comenzó diciendo mientras que algún huttés expresaba su rechazo a estar en aquella situación. Su ímpetu fue aplacado con una sonora bofetada de un guardia pyke.
Marg se tomó todo el tiempo del mundo en retomar su discurso. De manera pausada, casi ceremonial, se sirvió una especie de té especiado mientras ordenó a uno de sus secuaces introducir un holodisco en un proyector que había en mitad de la mesa. La imagen tardó en cargarse unos pocos segundos, aunque parecieron horas. Cuando lo hizo, pudimos ver una grabación de un robo de una sala acorazada. Parecía un grupo bien organizado de no menos de diez integrantes, con dos o tres rodianos, otros tantos humanos y algún Twi'lek. Marg se tomó nuevamente su tiempo para inspeccionar las caras de los que estábamos allí tratando de entrever alguna reacción que pudiera delatar a los presentes.
- ¿Quién ordenó el robo? ¿Quién sabe dónde está lo que robaron? ¡Hablad! – ordenó mientras golpeaba la mesa con la culata de un bláster al ver que nadie tomaba la palabra. La taza de té se volcó derramando su contenido y dejando durante unos segundos el sonido de fondo del líquido derramándose en el suelo.
Las caras de desconcierto no tardaron en aparecer. Por suerte para mí, pude contener mi habitual verborrea. Aunque no conocía ningún detalle del robo (demonios, ni reconocía a los ladrones) decidí callar la boca por una vez. Por desgracia para él, un miembro del Alba Escarlata no fue tan cauto y comenzó a lanzar todo tipo de insultos a Marg y a amenazar con las represalias que tomaría su clan contra ella si no lo soltaban inmediatamente. El siguiente sonido fue el del bláster de Marg, que todavía humeaba cuando ese pobre desgraciado cayó al suelo.