Vuelvo hoy a vosotros con más historias de mi vida en la Tierra Media, y quiero detenerme hoy en mi padre Filas, hijo de Feltan. Mi padre, a pesar de haberse mantenido fiel a Thranduil la mayor parte de su vida y consagrarla a la protección del Bosque Negro, conoció en su juventud, antes de unirse a mi madre Gilglin, el amor por el mar propio de los Teleri.
Allá en la primera edad del mundo, cuando la mayor parte de éste se sumía en la guerra por aquellas malditas joyas de Feanor, mi padre aprendió de Cirdan las artes más refinadas en la construcción de barcos. Tal era el amor que mi padre sentía por el mar, que su corazón estuvo a punto de ceder en más de una ocasión y abandonar la Tierra Media. Si eso hubiera sucedido, hoy estaríais ante un papiro en blanco, pues yo no habría nacido.
Pasaron años y años, hasta que se contaron por siglos, y mi padre estaba cerca de ceder a la tentación. Esa cantidad de tiempo puede parecer mucha a vuestros ojos mortales, pero para alguien de mi pueblo son apenas un instante. Y precisamente eso, un instante, es lo que bastó a mi padre para enamorarse de mi madre.
Corría casi la segunda edad del mundo, y se encontraron en los puertos grises, cuando mi madre partía hacia las Tierras imperecederas junto con mis abuelos, sus padres, a los que he conocido al llegar a estas tierras tras mi vida en la Tierra Media. Fueron ellos, o más bien mi abuelo Aranwë, el que reconoció en la mirada de mi madre el mismo brillo digno de Telperion y de Laurelin que él tuvo al enamorarse de mi abuela. Fue en ese instante en el que supo que habían perdido a su hija, pero que ella sería feliz en la Tierra Media.
- No lamenté nuestra partida aquel día, pues nada quedaba en la Tierra Media para nosotros. En cambio, tu madre tenía toda una vida por delante - me dijo mi abuelo cuando nos conocimos por fin tras mi partida de los puertos grises.
Resulta curioso que hoy pueda estar junto a mis abuelos, pero no junto a mi madre Gilglin. Mis abuelos me aseguran que el color de mis ojos es el mismo que el de ella, y eso me hace pensar en lo que he visto con ellos: cosas rerribles como la muerte de mis padres y la de mi hermano, y la caída de mi tío en la oscuridad curiosamente tras haber adoptado el nombre de mi padre para no olvidarlo. Pero también he visto las maravillas de la Tierra Media. Sólo espero haber aprovechado mi tiempo allí, y tal vez encontrar ahora por fin, en las Tierras imperecederas, un amor que se asemeje un poco al de mis padres.
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