lunes, 13 de diciembre de 2010

La llegada a Tharbad

Estábamos cansados como no recordábamos. Largo tiempo nos llevó otear con claridad las ruinas de Tharbad. La densa niebla que se formaba por la presencia de los ríos Agua Gris y Mitheithel ocultaba los restos de lo que en otro tiempo fue una próspera ciudad de hombres. Yo la conocí en su época más gloriosa, mucho antes de que el Cruel Invierno pusiera fin a los ánimos de los hombres para poblar sus calles, mucho antes de que fueran escenario de la batalla de Gwathló. Pero eso es otra historia ajena a la que os relato.

Nos acercamos con cautela hacia el vado, el cual era tan peligroso que poco o nada podríamos haber hecho para cruzarlo, si no fuera porque era poco profundo. Al frente del grupo marchaba yo, con la siempre segura ayuda de Zanger. El enano, al que los huesos le recordaban que ya no era un joven de las minas, trataba de ocultar su malestar por aquella humedad tan distinta de las cuevas que le vieron nacer. A mi espalda, con el caminar familiar de quien reconocía aquella ciudad como antigua morada amiga, caminaba Klos. Fue él quién llamó la atención sobre el curso cambiante del río.

- Algo raro ocurre aquí. El tránsito ha sido interrumpido. No discurre el agua por donde debe- nos informó mientras desenfundaba su espada.

Sus palabras resultaron tan acertadas para mi entender, como lo fueron para el mago. Unos pasos más nos llevaron a percibir un olor familiar para todos. "Orcos" dejé escapar de manera resignada cuando mi espada chirriaba al salir de su funda. Unas sombras se movían entre chillidos y choques de armas mientras que mi corazón palpitaba más y más fuerte ante la cercanía de la batalla. Me agaché justo a tiempo, antes de que una flecha pasara silbando sobre mi cabeza. No fue difícil saber que la daga que lancé a continuación acabaría con el orco que me había atacado.

- Mago, ¡Luz!- solicitó Zanger mientras acababa con un par de orcos gracias a su rápido avance con el hacha.

Largo rato luchamos contra aquellas criaturas antes de que decidieran huir de aquella cobarde manera que tienen. Buscamos supervivientes entre los heridos, y cuan afortunados fuimos al toparnos con él. Su nombre era Gader, natural del pueblo de Pelargir. Era un consumado explorador, aunque eso no lo supimos hasta más adelante.

- Gracias por salvarme. En adelante, mi fuerza será vuestra.

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