miércoles, 29 de noviembre de 2023

Assassins Creed Mirage, impresiones finales

Hace unas semanas os di mi ranking personal de la saga Assassins Creed (es increíble que siga necesitando buscar cómo se escribe) y las primeras impresiones sobre la última entrega de la saga: Mirage. Hoy, tras 54 horas y el 84% de los trofeos ganados, os traigo mis impresiones finales.

Comencemos por lo ya sabido. Nos adentramos en la piel de Bassim, de quien mantengo más o menos la misma opinión tras haber jugado a "su" juego. No tengo una afinidad muy grande por él. evidentemente no es Ezio, pero tampoco es Arno. Aun así, me han atraído más personajes secundarios de otros juegos de la saga que el propio Bassim. Al menos el juego nos sirve para descubrir su origen, su propios demonios, y de dónde viene lo que vimos en el final de Valhalla.

Más allá de eso, puedo confirmar bastantes cuestiones que apuntaba en la entrada con mis primeras impresiones: esta entrega al igual que otras muchas, no tiene ese "regusto" a Assassins Creed. No lo digo ya por el sistema de combate gracias al cual prácticamente puedes entrar a pegar palos a diestro y siniestro sin ningún respeto por el Credo, sino porque seguimos navegando en esa época anterior a la propia de la Hermandad: los ocultos. Tal vez por ello siento poco apego por la historia principal, en la que tampoco me voy a detener demasiado.

En lo que sí me voy a detener es en destacar un aspecto que estuve esperando durante todo el juego, y nunca se dio: por primera vez en mucho tiempo, da igual el mundo actual. Me explico: no salimos de la historia de Bassim en ningún momento. No vemos a templarios ni asesinos en la actualidad. No salimos del animus, si es que debemos entender que nos hemos conectado a él en algún momento del juego. Lo sé, en entradas de juegos anteriores de la saga critiqué el peso excesivo de la actualidad en detrimento de las historias del pasado, pero eso es una cosa y otra muy distinta no avanzar en la historia actual. 

Volvemos al juego en sí: la ambientación está tan bien como se le presupone a cualquier juego de la saga, con un evidente recuerdo a aquella primera entrega que me maravilló. Me ha agradado mucho ver las guaridas en Bagdag tan parecidas a las que vimos en aquella primera entrega con Altair. Por cierto, uno de los personajes, Roshan ibn la ahad, la mentora de Bassim, comparte apellido con el citado Altair. Este dato, mencionado de pasada a última hora del juego, me dejó loco. No sé muy bien cómo encajarlo, y parece que en Internet hay teorías de todo estilo.


Volvamos al juego. En esta ocasión, tal y como habréis deducido por las horas invertidas en él, lo veo casi como un spin off similar a Rogue que a un juego principal de la saga. Eso se deja ver en el tamaño del mapa, bastante menos ambicioso que en otras entregas, y por cómo se va enfocando el juego. No hay tantas misiones secundarias como en otras entregas, lo cual no es necesariamente malo, y si tengo que destacar algo es el conjunto de misiones de Historias de Bagdag.

He echado en falta algo más de carisma en personajes secundarios y un antagonista en condiciones. El modo en que se van descubriendo los miembros de los antiguos, tal y como ya pasaba, por ejemplo, en Oddisey, hace que al final los cabecillas principales sean personajes que conoces de unas pocas horas, si es que llega. Me quedo con una sensación parecida a Oddisey, en la que al final de la "tarea" me quedé como "pues nada, ya está".

Y, finalizando, porque tampoco me da para mucho más, diré que el juego no entra en mis cinco favoritos de la saga. Tal vez con algo más de tiempo y asimilación de lo jugado podría ubicarlo más concretamente. Lo que sí os puedo decir es que es de esos juegos que no me ha dejado poso ni me ha dejado con la sensación de decir "qué pena haber terminado". Más suerte la próxima vez porque, no  nos engañemos, seguiré cayendo como un tonto en la saga.

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