martes, 10 de julio de 2012

Control imperial

Lo supuse nada más aceptar el trabajo. Sabía que los problemas no tardarían en llegar, pero ya era demasiado tarde para lamentarse. Incluso, mandé calmarse a Walk. Con esas enormes orejas que tiene, fue el primero en oír el zumbido de un TIE que nos siguió la pista nada más salir del hiperespacio. No hagáis caso de lo que dicen. En el espacio hay sonido, sobre todo si te dan un golpe en el casco de una fragata como la Valley. 

Maldije en todos los idiomas, incluido el sullustano, que conozco de cierta estancia involuntaria de seis meses en Sullust. Bueno, más que estancia involuntaria, fue estancia en la cárcel. Sí, no soy trigo limpio, y tampoco lo es nadie de mi tripulación. Por suerte. 

Me dirigí hacia la torreta bláster para hablar con Wedge. La experiencia es un grado, y un único vistazo le hizo apreciar que aquella situación no se iba a resolver por la fuerza, al menos no a nuestro favor. Por ello, se echó a dormir esperando a lo que hiciese yo. "No soy el capitán" suele decir cuando hay problemas, muy al contrario que cuando quiere impresionar a una camarera. 


Recurrí a Lans. Siempre lo hago. Le pregunté cómo iba la hiper velocidad, y me hizo ese gesto tan suyo, ese que sale a relucir en momentos tensos. Movió su mano izquierda y se la llevó al mentón. "Así que tan mal como de costumbre, ¿no?"  


Poco quedaba por hacer, pero ahí estaba Jayne. Estaba tranquilo, lo cual era un buen síntoma. Roncaba como sólo él sabe hacerlo, con su pistola pesada al lado. Me acerqué a plantearle la situación, y antes de decirle nada ya me estaba encañonando. "Capitán. No me moleste" me dijo en su habitual tono. Hice valer mi jerarquía, echándole agua en la cara... 

- Capitán. ¿¿Qué hace??- preguntó sorprendido. 
- Hay un control imperial. ¿Está la carga a salvo?- le pregunté. 
- Por supuesto. El código de la mercancía impide que sea abierta por agentes del Imperio, salvo el propio agente "destinatario" de la misma. 

No sabía cómo lo había hecho, pero Jayne se había ocupado de falsear todos los códigos de la mercancía para que el destinatario "oficial" de los mismos fuese un agente del Imperio. Desde luego, era muy ingenioso, pero estaba por ver si aquella treta serviría...

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