Tiempo atrás daba una serie de razones para no acabar con Arma Esmeralda y Rubí en Final Fantástico VII. Como resumen, y teniendo en cuenta el sistema de materia y el nivel medio de los enemigos de ese juego, estos rivales eran los únicos que merecían la pena, y no compensaba matarlos por la escasa cantidad de AP a recibir.
Hoy busco otro enfoque en los siguientes Final Fanatasy con estos jefes "imposibles". No me extenderé mucho en la saga, pues sólo analizaré las entregas VIII, IX y X de la misma, así que tened en cuenta que todavía quedarán bastantes juegos de Final Fantasy con jefes "imposibles" por analizar.
Antes de nada, hay que aclarar que lo de "imposible" es muy relativo. Todo rival en Final Fanatasy tiene una estrategia para ser derrotado, o al menos un patrón necesario para hacerle frente: echar horas al entrenamiento de los personajes. Sin esas horas, y salvo honrosas excepciones, no hay mucho que hacer.
Ahora sí, vamos con FFVIII. Los más viejos del lugar habrán disfrutado de este juego en PSOne. En este juego, el jefe "imposible", Ente Omega, está situado en el castillo de Artemisa. La primera cuestión a tener en cuenta es que había que recuperar las habilidades perdidas al llegar las castillo. Para ello era necesario acabar con distintos jefes del propio castillo. Hecho esto, uno podía plantearse enfrentarse a Ente Omega.
La estrategia para enfrentarse a Ente Omega podía basarse en los G.F., y que fuese lo que Eru quisiese, o emplear la fuerza bruta con Técnicas especiales como Kiai o Samurái. Esta segunda vía, que era la que yo usaba para todo el juego, tenía a su vez sus taras y sus trucos.