Ahí estaba yo, más sólo que la una, frente a un buen puñado de soldados de asalto. Al menos, esta vez tenía un plan. No es que fuese un plan infalible, pero había tenido situaciones mucho peores en los últimos meses. Mi plan no era sencillo, pero era factible. Labria me había dado la información que necesitaba: un acceso desconocido para los imperiales a su arsenal. La verdad es que estaba satisfecho de no haber tenido que dar mucho a cambio de la información recibida. Era casi como si fuera fácil, como si, como si....
- ¡Qué idiota eres, Rodgers!- me grité a mí mismo. El engaño era tan burdo que me debería haber percatado antes. Mi intuición, aunque tardía, era acertada.
Los disparos volaron tan pronto como asomé la cabeza por una esquina de aquella amalgama de tuberías, pasadizos y cajas. El paso rápido de los soldados de asalto atronaba en aquel lugar y, a juzgar por la intensidad del sonido de las pisadas, se acercaban más y más. Tuve que actuar rápido. Eché un vistazo al techo y observé una tubería que ascendía hasta la ventilación. No me lo pensé más.
Eché mano a mi cinturón de herramientas y lancé el gancho. Fallé. el estruendo fue tremendo. Lo intenté otra vez. Y volví a fallar. Iba a maldecir cuando escuché un pitido reconocible a mi espalda. Reconocible e inquietante. Ajustar para aturdir. Apenas me dí la vuelta y el disparo me dio de lleno...